miércoles, 8 de agosto de 2007

Confieso que viví

Con su permiso Neruda.

Soy de los que esperan en la vida
Nada más que un grato recuerdo
Al cual evocar en el lecho inerte de la muerte.
Sin más alma que la mía agonizante
Sin más actividad que la reminiscencia
De noches de cópula y morbo
De llantos insufribles por causas perdidas
De lápiz labiales emigrando a cuellos blancos
De la histeria cuando faltaba la regla
De libros de recetas y punto de cruz
Del perfume enloquecedor de sus feromonas
Y del dulce escozor de un beso que sabe a ron, a caña, a macho en celo
Tentándote a claudicar
A abandonar tus principios
Volver al simio que desterró el homo Sapiens.
Y entonces sentir una mano que sostiene la tuya
Te despierta, te sentencia a la realidad
Ves tus arrugas, se reflejan en sus pupilas
Te observan fijas, tiernas, tristes
Ambos saben que poco tiempo te queda
Pero también reconoces que hay más que recordar
Entonces, cierras los ojos mientras te despides.